Estos talentos suponen la principal herramienta con la que
cada ser humano ha sido dotado para crear valor, desarrollarse profesional y
humanamente (“ser” persona), y generar un ingreso para sacar adelante su
familia (o en algunos casos, hacerse rico).
Estos talentos existen; están presentes. Pero, no todos son
desarrollados ni todos se ponen donde mejor resultado puedan tener. El mundo
sería infinitamente más próspero y justo si todas y cada una de las personas
pudieran desarrollar sus talentos y ponerlos a trabajar donde más felicidad les
traiga. El principal escollo para que algo así sea posible, es que es
considerado como imposible. En su reemplazo, hemos generado un sistema que, por
la vía de los mecanismos de mercado y de la intervención del Estado, se supone nos
entrega “la mejor solución posible”.
Esta “mejor solución posible” ha permitido crear prosperidad
en muchas naciones, pero el dato duro es que la mayor parte de la humanidad no
vive en la prosperidad sino más bien sigue en la pobreza. Ni el mercado, ni el
Estado, ni las Organizaciones Internacionales han sido capaces verdaderamente de
cambiar esta realidad, a pesar de los años transcurridos y los enormes recursos
dedicados a ello.
Los talentos inherentes de la humanidad no solo no han sido
desarrollados, sino que en aquéllos casos en los que han sido desarrollados, no
siempre están puestos a trabajar donde mayor afinidad sus dueños sienten. Si preguntara
“¿trabajas en lo que tienes talento y donde más te gusta?” no creo que la
respuesta mayoritaria fuese “Sí”. Entre la población que no puede trabajar en aquello
para lo que se siente más dotada porque no tiene esa opción laboral y la
población que no puede hacerlo porque ni siquiera recibió la educación para
desarrollar sus talentos, hay una inmensa cantidad de personas frustradas,
irritadas… indignadas, y tienen todo el derecho y la razón para estarlo.
El hecho concreto es que el planeta Tierra tiene recursos innumerables
y renovables, que generarían un mundo más próspero y justo, donde las personas
se sentirían contribuyendo a la vez que hacen lo que más les gusta y donde
tienen más talentos, y no estamos utilizando esos recursos. La pobreza en el
mundo y la mala distribución del ingreso son un indicio de mala economía y mala
política más que de otra cosa. No se reconoce la variable “talento” dentro de
los modelos económicos ni dentro de las políticas de Estado… ¿simplemente,
porque no se puede medir?
El talento se puede descubrir, desarrollar y optimizar su
distribución con la misma eficiencia que se descubre, desarrolla y distribuyen
los recursos naturales transformados en productos de valor. La reforma de la salud debería apuntar
esencialmente a ese cambio radical de paradigma: la Educación debe tener por objetivo
encontrar y desarrollar los talentos de cada persona. Debe entregarle las
herramientas para que pueda perseguir su felicidad y trabajar en lo que más le
gusta y para lo que tenga más talento.
Internet está creando un sistema que está permitiendo
crecientemente a las personas descubrir sus talentos, desarrollarlos y
encontrar cómo y dónde ponerlos a trabajar. La herramienta existe y se está
poniendo a punto. Lo que falta es la voluntad política de hacer el gran cambio
de foco, hacia el desarrollo del talento de las naciones, por encima del
desarrollo de sus restantes recursos, naturales o industriales y financieros. El
desarrollo de éstos es lo que el mundo ha estado haciendo en los últimos 230
años. Es hora de cambiar el enfoque, y es algo que debe venir desde las
personas, ya que ni el sistema ni el Estado lo van a resolver. Como Albert
Einstein dijo, “los problemas no pueden ser resueltos por las mismas personas
que los ocasionan”.
Alfredo Barriga
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