domingo, 9 de octubre de 2011

La era de Acuario

Las eras no se  miden en cientos de años, sino en miles de años. ¿Qué está ocurriendo tan extraordinario en este tiempo que no haya ocurrido en miles de años? La respuesta me llegó como un flash durante la conferencia de alto nivel de la OCDE sobre el Futuro de la Economía de Internet.

Allí estaban quienes comenzaron todo esto. Tim Berners-Lee, Vint Cerf, la plana mayor de la 3WC, las principales ONG de Internet. Y Ministros de 8 naciones. No recuerdo de quién vino la frase, pero me hizo “clic”: Internet tiene hoy 2 mil millones de personas conectadas, y han pasado todas las cosas magníficas que conocemos. Pero la verdadera Internet no la va a definir los 2 mil millones que hoy están, sino los 5 mil millones que aún no están.

La raza humana es social: su evolución y su desarrollo dependen de que puedan hacer cosas en equipo. Para eso, necesitan comunicarse. Y bajo ese paradigma, la humanidad ha tenido solo dos eras. Ahora comienza la tercera.

El primer gran invento de la humanidad para trabajar en equipo fue el lenguaje. Sin él, nadie puede comunicarse con nadie. Somos, como dijo Kevin Kelly, totalmente codependientes del alfabeto. Pero con el lenguaje solo las posibilidades eran muy limitadas. Una persona hablaba a otra persona, o a la tribu. Para pasar el mensaje se requería de otra persona que llevara el mismo a otra tribu o parte. El lenguaje se originó alrededor del año 10.000 antes de Cristo.

Luego vino la invención de la escritura, alrededor de 5.000 años antes de Cristo. Con ella, la comunicación adquirió una nueva dimensión: la conservación, y con ello, su prolongación en el tiempo y el espacio. Lo que se escribía quedaba a disposición de quienes lo leyeran, aunque se encontraran muy lejos, y aunque lo leyeran mucho tiempo después. Se necesitaron más de 6.500 años más hasta la invención de la imprenta para que la escritura pudiera ser masificada, y casi 450 años más para que un 30% del mundo supiera leer y escribir. Pero la escritura permitió la comunicación uno-a-muchos (libros y documentos) y uno-a-uno (correo) de una forma que no era posible con el solo lenguaje. El aceleramiento del desarrollo de la humanidad fue a la par de la masificación de la escritura y la alfabetización del mundo. Y es que, mientras más se pueden comunicar, mayor es el valor que pueden crear.

La tercera invención de la humanidad en este contexto es Internet. Permite una comunicación uno-a-uno, uno-a-muchos y muchos-a-muchos. Permite compartir información de forma instantánea por personas de todo el mundo, y trabajar coordinadamente en procesos que generan valor. La ley de redes de Metcalfe, que fue postulada para redes de telecomunicaciones es aplicable a las comunicaciones en general en la medida en que las telecomunicaciones se convierten en la forma de comunicación más utilizada, y eso viene de la mano de Internet.

No tenemos ni una clave de cómo podrá ser el mundo cuando – al igual que hoy sucede con la escritura – la inmensa mayoría de las personas usen Internet. Cuando tengamos 5 mil, 6 mil, 7 mil millones de personas interactuando, colaborando, coordinándose, generando valor a lo largo de todo el mundo. Una apuesta es que llegaremos a la creación de un metalenguaje común, ya  que todos nos comunicaremos con todos. Con la implementación del nuevo protocolo de Internet, la IPv6 – que permitirá a todas las cosas estar comunicadas entre sí y con las personas – las posibilidades son infinitas comparadas a como se ven hoy.

El gran beneficiario de esto será la humanidad, las personas. Ello, porque durante milenios los hombres no han visto a los demás hombres como generadores de valor sino que como competidores por los recursos donde se ha pensado que estaba el verdadero valor: recursos naturales y recursos financieros. Internet ha puesto el foco en las personas como generadoras de valor por encima de los recursos naturales, trayéndonos la Sociedad del Conocimiento. Durante milenios los hombres han esclavizado a otros hombres, atribuyéndoles valor solo como mano de obra barata. La Sociedad del Conocimiento cambiará esta noción para siempre. La dignidad de la persona y la dignidad de su trabajo se verán realzadas por ser la fuente primigenia de creación de valor y bienestar, por encima de lo que, durante milenios, hemos valorado más: los recursos naturales. La productividad de las naciones – si es que existen como las conocemos hoy en día – dependerá de conseguir que cada persona trabaje en lo que tiene más talento y más le gusta. Y solo por eso, será un mundo mucho mejor que el actual.

Alfredo Barriga