La raza humana es una raza social. Para su desarrollo debe
trabajar en equipo, lo que hoy se conoce como “trabajar en redes”. La raza
humana es capaz de crear valor,
debido a su inteligencia y a estar dotada de imaginación, creatividad,
emocionalidad.
Para trabajar en redes, los humanos necesitan comunicarse.
La humanidad ha sido la única especie sobre la tierra que ha evolucionado hacia
una forma compleja de comunicación, que es la base de una sociedad compleja
capaz de crear y generar valor a partir de los recursos de que dispone. Esos
recursos han sido, desde los albores de la humanidad, tangibles: recursos
naturales, recursos financieros, recursos laborales. Hoy la humanidad enfrenta
un cambio de paradigma disruptivo, que cambia la forma en que se organiza, crea
valor y se desarrolla. Un nuevo recurso comienza a tener mayor peso, y es un
recurso intangible: el conocimiento. El desarrollo de la sociedad, comenzando
por el desarrollo económico – que ha estado siempre en la raíz de la dinámica
social – se apoya ahora en el conocimiento y el capital intelectual. Entre dos
países con igualdad de recursos de otro tipo, será más competitivo y podrá
desarrollarse mejor el que sea más creativo. Incluso, se podrá desarrollar
mejor aunque tenga menos recursos. Ejemplos como Singapur, Corea del Sur o
Finlandia son demostración de que esta no es una teoría que queda muy bien en
un documento, sino una realidad. Los Gobiernos avanzados consideran explícitamente a la Sociedad
y la Economía del Conocimiento como su siguiente objetivo. Las empresas del
conocimiento – como Apple, IBM, General Electric o Microsoft - ya están primeras
en los rankings de empresas por capitalización de mercado. Solo las grandes
petroleras – debido al precio del crudo – hoy figuran junto a ellas.
Toda América Latina está estructuralmente mal preparada para
esta nueva era. Sus sociedades y sus economías se basan en recursos naturales.
Tiene un escaso desarrollo de recursos intangibles. Sus inversiones en
investigación y desarrollo son bajas, con porcentajes sobre el PIB varias veces
inferiores a los países europeos o asiáticos. Sus sistemas de innovación son
precarios, como lo demuestra la bajísima cantidad de patentes por mil
habitantes. Sus sistemas educacionales están mal evaluados, y la educación es
la base sobre la que se asienta la economía y la sociedad del conocimiento.
Los países de América Latina llegaron tarde a la revolución
industrial, y quedaron rezagados en el desarrollo económico. Ninguno figura
dentro de los países desarrollados, a pesar que tienen más recursos naturales
que muchos de los países más avanzados. Economías que hasta unas pocas décadas
atrás eran más pobres que la de muchos países latinoamericanos – como Singapur,
Corea del Sur o Finlandia – hoy sobresalen por encima de cualquier país de la
región. Chile, por ejemplo, ha sido líder de desarrollo económico en la misma, pero sigue
teniendo uno de las peores distribuciones del ingreso del mundo, y no está dentro de los llamados países desarrollados, a pesar de llevar más de 30 años con un modelo económico que ha sido admirado y copiado por muchos países en el mundo. ¿No será ya hora
que entienda que, ni por la vía de la explotación de sus recursos naturales, ni por
la vía de un Estado más omnipresente, podrá cambiar esa realidad? Al fin y al
cabo, más mercado y más Estado es lo que se ha estado haciendo en los últimos 30
años, y la realidad permanece igual. Sin embargo, en la sociedad del conocimiento,
tanto Chile como cualquiera de los países de América Latina, tiene su gran
oportunidad.
La sociedad del conocimiento se desarrolla sobre plataformas
digitales, y es por ello que las agendas digitales son tan importantes. La
revolución que trae la sociedad del conocimiento es también una revolución
digital, tal como la revolución que trajo el capitalismo fue una revolución
industrial. América Latina tiene una nueva oportunidad de (esta vez sí) alcanzar el desarrollo. Porque la revolución digital no es algo que dependa del
dinero, sino de la creatividad. No se trata del más grande contra el más chico,
sino del más rápido contra el más lento. Y la verdad sea dicha, hasta ahora no
ha aprovechado nada de lo que la revolución digital trae consigo. La sociedad latinoamericana sigue focalizada en desarrollarse a partir de sus recursos
naturales y de su industria, quizá un movimiento reflejo ante su frustración de
no haber alcanzado el desarrollo con una economía basada en recursos tangibles, y que la lleva a seguir insistiendo en hacer lo mismo esperando tener un resultado distinto, mientras otros países ya han comprendido de que se trata de hacer algo distinto.
América Latina no entiende aún la utilidad de las plataformas
digitales. No sabe o no entiende que es en Internet donde se está jugando el
nuevo juego del desarrollo económico. La economía de Internet es la que crece
más rápido del mundo, más incluso que los “tigres asiáticos”. En apenas 20 años
ha generado un PIB que supera al de Canadá. Su tasa de crecimiento económico es
de dos dígitos, alrededor del 15%. Está creando 2,6 puestos de trabajo de
promedio por cada uno que destruye, y está destruyendo puestos de trabajo
relacionados con la “economía tangible”, para reemplazarlos por puestos de
trabajo relacionados con la “economía intangible”, de mayor valor y mejor
remuneración. América Latina corre el peligro de quedarse con una economía
basado en los tangibles, perdiendo de paso millones de puestos de trabajo.
El ciclo de creación de valor de las empresas está cambiando
totalmente gracias a las nuevas tecnologías. La cadena de abastecimiento
puede localizarse en cualquier lugar del mundo, lo mismo que la transformación,
que puede estar cerca de los mercados, y lo mismo que la distribución que puede
ser externalizada totalmente. Los mercados bajan sus barreras culturales y
geográficas, conformando consumidores globalizados que usan las plataformas
digitales para comprar, pero también para participar en la sociedad a través de
redes sociales, que son capaces de torcer la mano a Gobiernos y grandes
corporaciones. El poder está cambiando de eje, yendo más hacia las personas. Nada de esto parece ser asimilado en la Región.
En Internet hay igualdad de oportunidades y oportunidades ilimitadas.
No hay discriminación de ningún tipo por cuestiones de raza, religión, género,
edad o status socioeconómico. Vale igual un cibernauta conectado desde una
mansión en el país más rico que uno conectado desde una frágil vivienda en una
zona pobre de cualquier lugar del mundo.
Los gerentes, empresarios, directores de empresas, políticos, gobernantes, y académicos de América Latina no han sabido cómo reaccionar ante esta nueva realidad. Por lo general lo han confinado al terreno de lo operacional, adaptando las nuevas tecnologías sin cambiar nada más. "Digitalizan" su realidad, pero no adoptan los nuevos paradigmas de negocio ni de la sociedad emergente. Los cambios han sido tan profundos, tan rápidos y tan disruptivos que ni siquiera han notado sus efectos, porque hasta ahora no los afectan. El gerente, director, empresario, político, gobernante, o académico analógico está en clara desventaja, pero no es consciente de estarlo, y en ello radica el mayor peligro.
América Latina puede y debe rehacer su modelo de desarrollo, poniendo muchísimo más foco al desarrollo de recursos intangibles. Ello supone adoptar medidas contundentes y muy agresivas en materia de educación, innovación, y uso de tecnologías de la información.
América Latina ya se perdió una oportunidad de ser una región desarrollada. No creo que haya una tercera oportunidad. Es ahora o nunca. Y no hay mucho tiempo.
Alfredo Barriga