domingo, 24 de noviembre de 2013

Carta abierta a Diputados sub-35 electos en Chile

Estimad@s diputados sub 35:

El siglo 21 trae nuevos desafíos, y no veo que nuestra clase política los tenga identificados. Tengo la esperanza de que Uds., que nacieron más o menos después de que se inventara el computador personal, sean capaces de darse cuenta, y de dirigir sus esfuerzos hacia donde realmente nos estamos jugando el futuro inmediato. 

Las tecnologías de la información - y en especial, Internet - han cambiado y seguirán cambiando el mundo de una forma radical y exponencial, afectando la economía, la política y la sociedad de una manera como nunca antes se había visto en la historia de la humanidad. Estamos viviendo a espaldas de esa realidad. Seguimos viendo el mundo con los ojos del Siglo 20. Ha sido todo tan rápido que no somos capaces aún de absorber lo que está sucediendo. 

Internet aplanó el mundo, generando una economía totalmente abierta, cambiando la correlación de poder en la política y creando una sociedad más igualitaria. Esos tres fenómenos se acelerarán en los próximos 25 años, hasta el extremo que no seremos capaces de reconocer lo que hoy existe en comparación con lo que va a ser el mundo para el año 2040. No es necesario ser futurólogo ni profeta para predecirlo, porque simplemente ya está sucediendo, y aquí no nos estamos dando por enterados. 

Hay un tema que, de casualidad, está en la Agenda país, pero estamos enfocando la discusión donde no debe estar. Me refiero a la educación. 

La transformación más grande que está trayendo la era en la que estamos entrando, que es la transformación mas grande que la humanidad va a tener en toda su historia, es esta: el principal recurso económico y social del mundo va a estar en los talentos de la humanidad. Descubrir, desarrollar y distribuir los talentos de las personas de forma que trabajen donde sean mas talentosos y más les guste va a ser el gran desafío político, económico y social en el siglo 21 y siguiente. Va a cambiar el foco de las políticas públicas. Va a cambiar el eje político desde los términos "derecha", "izquierda" o "centro", hacia el crecimiento personal a través del desarrollo del talento, generando oportunidades jamás soñadas por la humanidad hasta ahora, y creando las condiciones de una paz social que no podemos ni vislumbrar en este momento. Y para que eso suceda, antes debe haber una auténtica revolución en la educación, cuyo objetivo será que cada estudiante pueda descubrir y desarrollar plenamente sus talentos - intelectuales, sociales y espirituales - para ser la mejor versión que de sí mismos puedan ser. Por lo tanto, la educación es la más importante de las luchas hacia una sociedad plena en el siglo 21, pero por causas muy diferentes a las que la sociedad chilena está empeñada ahora. 

La otra gran revolución que va a venir es que este objetivo de la educación también va a ser el gran objetivo de la economía y de la sociedad, que va a aspirar a un desarrollo integral hacia lo que Sir Ken Robinson llama "el elemento", es decir, ese punto en el cual cada persona se siente realizado por estar haciendo aquello para lo que tiene talento y afinidad. 

Chile sigue pegado en el siglo 20, en todos los sentidos: económicamente, políticamente, socialmente. 

Nuestra economía sigue dependiendo de los recursos naturales. Los puestos de trabajo que más se crean son no cualificados, y por lo tanto, son de escaso valor agregado y bajo nivel de remuneración. Esos puestos de trabajo se van a reducir drásticamente en los próximos años, debido a la irrupción de un nuevo tsunami tecnológico. Hoy hace falta mano de obra para la minería del cobre. Antes de 20 años más, va a sobrar toda la que hoy falta, entre otras cosas, porque podrá haber extracción de cobre sin necesidad de mineros en la mina: todo automatizado. Hoy el retail es un gran contratante de mano de obra no cualificada. En 20 años más no va a serlo, puesto que la mayoría de las ventas al consumidor serán a través de Internet. Otro tanto sucederá en la banca. Pero además, el avance en materiales nuevos como el grafeno va a significar una menor demanda de nuestro cobre, y al igual como sucedió con el salitre sintético, acabaremos teniendo mucho de algo que no es tan necesario. No se debe caer en la ingenuidad de pensar que estas son hipótesis de trabajo: son realidades que están creciendo exponencialmente. No nos damos cuenta porque estamos aún en la parte baja de la curva exponencial. 

Nuestros políticos siguen pensando que el mundo gira como lo hacía en el siglo 20. Sin embargo, hasta el concepto mismo de "nación" está en metamorfosis: somos ciudadanos de un país, pero también somos ciudadanos digitales, sin fronteras. Se generarán nuevos sistemas de participación ciudadana de la mano de las nuevas tecnologías, trayendo consigo movimientos sociales que no se veían a nivel mundial desde la revolución francesa. Ante esa realidad, el modelo político que tenemos es arcaico, y si no se entiende bien este fenómeno, la política va  estar aún más alejada de la realidad de lo que está ahora. El Estado que tenemos fue concebido en el siglo 19, y ya no responde a la Sociedad del siglo 21. La modernización del Estado que se ha acometido no es innovadora. Solo introduce mejoras marginales, cuando lo que se requiere es un replanteamiento completo. El poder del Estado, en la medida en que avance la ciudadanía digital, también se va a ver recortado, y tendrá que aprender a vivir con esa realidad. 

La sociedad se está transformando en una sociedad informada, gracias a que se está transformando en una sociedad digital y con acceso a Internet. Para el año 2025 5.000 millones de personas en todo el mundo tendrán acceso a Internet, especialmente a través de sistemas móviles, trayendo una revolución en el acceso a la educación, la salud y el trabajo. Las fronteras se están diluyendo y seguirán diluyéndose. La educación va a ser globalizada. ¿A quien le va a interesar pagar una universidad presencial en Chile si puede pagar menos por una universidad digital de renombre mundial? A través de Internet, las personas se empoderarán cada vez más, y necesitarán del Estado y de la política cada vez menos. Internet es el "país" que más ha crecido en los últimos 20 años, en términos de población, economía y cohesión social. Repito: es un hecho, no una hipótesis. 

Durante los últimos 10 años he intentado sensibilizar a mi generación sobre estas realidades, y debo admitir que no he tenido éxito. A pesar de las evidencias empíricas entregadas por todos los estudios llevados a cabo por centros de prestigio mundial, como el Banco Mundial, El Foro Económico Mundial, la OCDE, la CEE, la ONU (que el año pasado declaró el acceso a banda ancha como un derecho humano fundamental, al mismo nivel que el agua), o de consultoras del prestigio de Mc Kinsey, la gente de mi generación mira pero no ve; lee pero no entiende. Están en una zona de comodidad en la que es mejor pensar que lo que necesitamos ahora son variaciones sobre el mismo modelo. Siguen discutiendo si la solución es más Estado o más Mercado, sin entender que la solución es más talento y el desarrollo del inmenso capital humano que tenemos, el único que genera de verdad valor y el único que es de verdad renovable. Siguen en el fondo pensando en un modelo de sociedad centrado en las instituciones en vez de centrado en las personas, y mientras tanto, las instituciones en las que tanto creen y que tanto defienden se están transformando  radicalmente en todo el mundo. 

Es por eso que escribo estas líneas a la nueva generación que llega a la política en Chile. Hasta ahora en su discurso sigo viendo más de lo mismo y nada de lo que aquí se comenta. Han cambiado las caras, que son más jóvenes. ¿No se dan cuenta aún de que no se trata ya de cambiar las reglas del juego, sino que se trata de un nuevo juego, porque es el juego lo que está cambiando en el mundo entero? Espero sinceramente que, con mentes abiertas y desprejuiciadas, piensen "out of the box" y pongan sus esfuerzos en subir a Chile al nuevo juego.  De no hacerlo, me temo que tendremos una Sociedad cada vez más confundida, fragmentada, y polarizada, dando palos de ciego mientras otros países acogen con brazos abiertos los enormes beneficios y oportunidades que la nueva era de la Sociedad del Conocimiento está trayendo en el mundo. 

Alfredo Barriga